Tres rincones de Roma con especial encanto. Piazza Navona es la plaza con más vida de la ciudad. Trastevere es un barrio con una personalidad especial dentro del conjunto de Roma y el Panteón es el único edificio de la época romana cuya cúpula ha resistido hasta nuestros días.
Piazza Navona
Se trata de la plaza con más vida de todas las existentes en Roma. Prácticamente de la mañana a la noche se encuentra llena de turistas, artistas callejeros, músicos, vendedores de obras de arte, y de camareros que van arriba y abajo recibiendo y sirviendo comandas en los restaurantes que se encuentran en la plaza.
Además, es un lugar donde se celebran muy asiduamente conciertos y otras manifestaciones culturales, así como mítines y marchas de carácter político.
Su forma es debida a que en la antigüedad en el mismo espacio donde hoy está la plaza, se encontraba el Estadio de Domiziano, habiendo seguido la construcción de los edificios, la forma de este recinto.
En su punto medio podemos contemplar el obelisco sobre la magnífica Fontana dei quattro fiumi -Fuente de los cuatro ríos (Danubio, Ganges, Nilo y Rio de la Plata)-, del maestro Bernini, así como la iglesia de Sta. Agnese in Agone, de su ‘rival’, Borromini. De Bernini también son las otras dos fuentes, al norte y al sur de la plaza: la Fontana del Moro y la del Nettuno.
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Trastevere
Este barrio es sin duda, el más verdaderamente “romano”. Su nombre significa “más allá del rio Tiber” (de aquí el nombre latino “TransTiberim” y el consecuente Trastevere).
Es especial por su atmosfera, por su gente -que se hacen llamar “trasteverinos”-, por el encanto que se percibe en cada placita, en el conjunto mágico de sus callejuelas y callejones, en las magnificas arquitecturas religiosas y públicas que nos han llegado prácticamente intactas…
Llegó a ser incluso el barrio más poblado de Roma, en época del emperador Augusto.
Entre todas las iglesias que desde muy antiguo fueron siendo inauguradas en esta parte de la ciudad, destaca la de Santa María in Trastevere, la basílica más antigua de Roma (año 337). Se encuentra en la plaza del mismo nombre, verdadero centro neurálgico de todo el barrio. Posee importantísimas muestras de arte bizantino, sobre todo preciosos mosaicos de teselas doradas.
Pero Trastevere se descubre, poco a poco y sin prisa, también entre un taller y un mesón, entre una librería y una galería de arte y naturalmente, entre sus increíbles restaurantes y pizzerías.
De este modo, caminando tranquilamente, es posible encontrar una torre de época medieval (Torre de los Anguillara del siglo XIII), una iglesia – la de San Benedetto in Piscinula – con uno de los pavimentos más bellos de la ciudad (hecho en el siglo XI con trozos de mármoles antiguos donados por la familia de los Cosmati) y con el campanario más pequeño de Roma, un vicolo (callejón) llamado el “Vicolo dell’Atleta”, donde hace dos siglos se descubrió una estatua romana de gran importancia por la historia del arte clásico.
Otra iglesia que merece la pena visitar es la de Santa Cecilia: en sus subterráneos conserva una serie de construcciones que se han identificado como pertenecientes a diferentes épocas romanas desde la republicana (siglo II a.C.) hasta los siglos II y IV d.C.
Panteón
Se trata de la única construcción de la antigua Roma que ha llegado hasta nuestros días prácticamente como fue concebida. Agripa lo mandó construir en el 27 a.c. siendo destruido posteriormente por un incendio; entonces, el emperador de origen hispano Adriano, mandó rehacer un nuevo templo en su nombre.
Esto es lo que puede leerse en el friso de su pórtico de entrada:
M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIVM.FECIT
Marco Agrippa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, (lo) hizo
Inicialmente se trataba de un edificio consagrado a todas las divinidades del imperio –de ahí su nombre: Pan=todos teón (theon)=dioses- para posteriormente convertirse en templo cristiano. En él se encuentran tumbas de personajes tan ilustres como Vittorio Emanuele II, primer rey de Italia y Rafael.
El elemento que más llama la atención es el famoso buco, agujero de 9 metros de diámetro existente en el techo. Es justamente eso, un agujero que deja pasar los rayos de sol creando un precioso efecto en días claros, y del mismo modo el agua en días lluviosos. Curiosamente, no hace falta recoger el agua, ya que dispone de un sistema de pequeñas incisiones en el pavimento, que hacen que toda ella desaparezca automática y velozmente. Para aligerar peso y no provocar la caída de toda la estructura, a medida que nos acercamos al agujero, se mezcla la piedra con materiales más ligeros, hasta el punto de que en el área que lo rodea, esta está mezclada con piedra pómez.
La magnífica cúpula semiesférica en la que se encuentra el buco, si estuviese completa, se inscribiría perfectamente en el espacio interior tocando el suelo en un solo punto (la distancia del suelo al agujero el es justo el diámetro de dicha esfera). La cúpula es la mayor de fábrica de la historia, más grande incluso que la de San Pedro. Su diámetro mide 43,44 metros.
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